domingo, 30 de enero de 2011

UNA VIDA EN LA MALETA

Amira despertó sudorosa.
De nuevo aquel sueño le interrumpía su merecido descanso. Tenía alrededor de unos quince años y sabía que le quedaba poco tiempo hasta que se desposase con aquel primo lejano de su padre; según habían concertado ellos años atrás; cuando cumpliese los dieciséis años se tenía que casar.
Por las noches tenía pesadillas viéndose casada con aquel familiar lejano que ni siquiera conocía.
En las pocas horas de descanso que tenía después de trabajar de sol a sol en la granja de sus padres, no podía descansar ya que eran interrumpidas por esas temidas pesadillas cotidianas.
Aquella mañana salió de casa para dirigirse al campo. Estaba amaneciendo. Era el día perfecto ya que su padre le había mandado sola, Él iría más tarde.
Esperaba ese momento hacía tiempo. En un pequeño cobertizo que solo ella conocía había guardado un chándal de uno de sus hermanos, unas tijeras, por si se tenía que cortar el pelo, junto a unas gafas de sol y una gorra con visera. En aquel cobertizo que amenazaba con derruirse en cualquier instante Amira solía esconderse para jugar, o para huir del mal genio de su padre cuando era muy pequeña.
Cuando Amira salió del cobertizo, hizo un montón con sus ropas viejas y las enterró bajo de un olivo centenario, no quería quemarlo para que no llamase la atención el humo. Después de enterrar su pasado se dirigió temblando de miedo en busca de su futuro. Sin mirar atrás, bajo a la carretera que llevaba al pueblo más próximo, Chauen. En ella era frecuente ver a muchachos que se dirigían a cualquier parte en busca de trabajo.
Omar se dirigió hacía el Norte, había oído hablar a sus hermanos que la gente cruzaba el estrecho en pateras o cualquier otro transporte que pudiesen ir escondidos para burlar la aduana de Ceuta.
Por las carreteras comárcales era normal ver a la gente que iban y venían por sus orillas sin arcen esperando encontrar algún conocido o cualquier taxi, el cual se compartía con otros pasajeros, para dividir el coste entre ellos, llegando incluso a ir mas gente de la permitida. Era muy normal ver taxis con 6 u 8 personas.
Anduvo todo el día. La tarde empezaba a caer.
-Tendré que hacer autostop si quiero llegar alguna parte pronto.- Pensó para sí misma.
Llevaba ya un buen rato, le dolía el brazo de llevarlo extendido cuando una furgoneta grande le paró. Tuvo suerte, se dirigía a Ceuta. El chofer no se dio cuenta del engaño, era un chico más, y el trato fue el normal, así que fueron hablando durante el trayecto. Omar le contó que iba en busca de trabajo.
- Me dirijo a España.- Le dijo el chofer
Omar palideció de la emoción y de la alegría pero quiso mostrar naturalidad, no llevaba documentación alguna y no podía pasar la frontera, tenía que despistar al chofer.
- Yo prefiero quedarme aquí, cerca de la familia, buscare trabajo en la costa o en cualquier ciudad turística, no sé, quizás Tetuán… ya veré.- dijo intentando dar un tono de normalidad.
Antes de entrar en el recinto portuario pararon a tomar un te con jazmín y menta, bebida típica de Marruecos, su religión no les permite tomar alcohol- en uno de los bares que hay a la orilla de la carretera y allí fue donde Omar vio el momento de despedirse. El chofer había quedado allí con otro transportista con el que solía hacer la ruta hacía España. Llevaban alfombras y productos de cuero a Sevilla.
Omar se despidió del chofer dándole las gracias y desapareció entre camiones, furgonetas y coches que estaban aparcados en la gran explanada donde se cruzaban vehículos que iban y venían de Norte a sur y de sur a norte.
Los transportistas llegaron al puerto y embarcaron en el ferry. Al amanecer se encontraban ya, en Algeciras. Habían pasado la frontera sin ningún tipo de problema, al bajar los vehículos del ferry, aparcaron en un área de servicio y se dispusieron a desayunar. En dicha área de servicio había todo lo necesario para que los transportistas pudiesen descansar, comer, ducharse, hasta había una parte donde se hallaban los lavaderos, con máquinas de lavar la ropa y secadoras para la gente que hacía rutas largas.
Una vez desayunaron y comentaron la ruta establecida, se pusieron en marcha, dejando atrás el camino recorrido desde Chauen.


Omar salió de uno de los baños del área de servicio. No sabia donde estaba, se sentía muy nervioso, cansado, pero libre…tenia que seguir su camino en busca de una vida mejor. En el aseo de caballeros se había lavado y aseado para no tener mal aspecto, no quería llamar la atención; estaba muerto de miedo, pero tenía que seguir adelante, ahora no podía darse por vencido, estaba a muchos kilómetros de casa y no le encontrarían, sus pesadillas empezaban a desaparecer para dejar el camino libre a otros sueños.

Llevaba todo el día caminando por el arcén de la carretera y estaba fatigado, los coches pasaban demasiado rápido cegándole con las luces ya que empezaba anochecer.
La idea que llevaba Omar era ir a una gran ciudad donde pudiese pasar más desapercibido, pensaba él, pero encontró un desvío por donde los coches le pareció que iban más despacio y se sintió más tranquilo al transitar por allí. Le quedaba poca comida, apenas un pedazo de pan y empezaba hacer frío, pero tenia que continuar caminando.
Había aprendido algunas palabras en español que le habían enseñado sus hermanos y pensó que con lo poco que sabia hablar podía instalarse en España sin problemas, pero nada mas lejos de la realidad…
Chauen es un pueblecito muy turístico de Marruecos, en el que los niños hacen de guías turísticos por “cuatro chavos” o por cualquier cosa que les den; unas gafas de sol, una camiseta, caramelos, lápices, cualquier cosa les parece bien… ¡cuando uno no tiene nada, nada echa en falta…!
Chauen a pesar de ser un lugar turístico, parecía que se había quedado anclado en nuestra Edad Media, mantenía su moruna esencia medieval; calles estrechas, fachadas pintadas de blanca cal, con viejas puertas y ventanas de madera azules como el cielo.


Los coches pasaban casi rozándole, empezó a sentir la soledad, sus esperanzas estaban empezando a menguar, justo en ese momento hizo mención de parar un coche, puso los intermitentes y paro en el arcen, Omar corrió hacia el pero antes de llegar se paro en seco, se quedo mirando el coche y de golpe se aterrorizó y quiso retroceder cuando oyó la voz de una mujer que le llamaba…
- ¿Hola? Te podemos llevar al pueblo ¿vas allí?
Omar asintió con la cabeza, no se atrevía a dar ni un paso, el temor lo tenia paralizado.
- ¿Quieres que te llevemos?- le dijo la mujer mientras se acercaba, pero Omar seguía en silencio.
La mujer se extraño de que no le contestara. De pronto una niña de unos diez años se bajo del coche y corrió hacia Omar, mientras éste retrocedía unos pasos, fue entonces cuando la señora se dio cuenta del temor de Omar; hablándole con dulzura le convenció de que subiera al coche; El muchacho al ver que era una familia y el ver también a la pequeña, le tranquilizo un poco y se dirigió hacia ellos, la mujer, Alicia le sonrió; le ayudo a subir a la parte de atrás con su hija Paloma, les abrochó el cinturón y continuaron su camino.
El chico se acurrucó en el asiento, no sin antes darles las gracias con una tímida sonrisa.
-¿Quieres un poco de agua?- Le preguntó Alicia mientras miraba a su marido de reojo.- Toma, coge esta botella, tendrás sed…
Omar la cogió y bebió sin apartar la mirada del espejo retrovisor en el que se veían los ojos del marido de Alicia; Luís le sonrió con la mirada, el muchacho volvió acurrucarse y antes de darse cuenta se había quedado dormido.
El matrimonio y su pequeña se miraron, Alicia les hizo un gesto de silencio.
-¿Qué ocurre?- preguntó Luís a su mujer.
- No lo sé… pero este chico está atemorizado y cansado por lo que veo…pero… ¿Qué hará a estas horas por la carretera solo?- Se preguntó Alicia.
Por el camino fueron comentando lo extraño que les parecía el encontrar a un muchacho a esas horas por la carretera solo. Decidieron que cuando llegasen a casa le preguntarían a donde se dirigía y que si quería podía pasar la noche en su casa y al día siguiente ya descansado podía continuar su camino. En media hora mas o menos llegaron a casa, al despertar al muchacho, éste se sobresalto, Alicia y Luis cruzaron una mirada de complicidad. Le comentaron lo que habían hablado, Omar con un castellano chapurreado y como pudo les dijo que no quería molestar.
Alicia consiguió convencerle para que pasase la noche en casa y al día siguiente podía marcharse. Omar no entendía muy bien lo que le decían, no tenía a donde ir y pensó que eran buena gente y se dejó llevar.
El matrimonio tenia dos hijos; la pequeña que les acompañaba, Paloma y Fausto de diecinueve años, que se encontraba en casa cuando llegaron y salio a recibirles. Al ver al muchacho que bajaba del coche de sus padres, se quedó sorprendido.
- ¡Mira, este es nuestro hijo mayor!...se llama Fausto, por cierto… ¿Cuál es tu nombre? ¿Cómo te llamas?- le preguntó Alicia.
- ¿Yo? …Omar.- Dijo tímidamente.
- ¡Os estaba esperando para cenar! Estoy hambriento…- indico Fausto
Pasaron a la cocina, donde había preparado una tortilla de patatas y unos filetes de pollo.
- Lavaros las manos y a cenar, que tendréis hambre, vente Omar, te acompañare al baño, así te lavas un poco antes de cenar.- les dijo Alicia.
Omar iba mirando la casa perplejo; en su casa de las afueras de Chauen, en las montañas, no tenían agua corriente, tenían que ir a un pozo a unos trescientos metros de donde vivían y llevar el agua en grandes cubos a la casa y tampoco habían wáteres, solo una letrina y sin luz. Nada que ver con la casa donde se encontraba. Cuando Alicia abrió el grifo del agua caliente de la bañera, Omar al ver el vapor del agua caliente sonrió, puso su mano debajo del grifo y dejo que corriese por su mano. Alicia le miraba en silencio.
-Bueno… el agua está calentita, aquí tienes el jabón, cuando te laves cenaremos, venga… al agua.
Alicia salio dejando la puerta entornada.
Omar se quitó la gorra, no sin antes cerrar la puerta, (aunque no vio el pestillo que se cerraba para que no se pudiese abrir por fuera) y su larga cabellera negra como el azabache, cayo como una catarata sobre su espalda, se quedó por un momento mirándose al espejo, se llevó las manos a la cara y no pudo reprimir las lágrimas que le brotaron de los ojos como un torrente, se sentía cansado y con una mezcla de alegría y pena a la vez, echaba de menos a su madre pero ya no había vuelta atrás; en cuanto pudiese le enviaría una carta a su madre para contarle que estaba bien, no podía llamarle por teléfono por que carecían de todo lo que aquí nos resulta extraño no tener; cosas tan básicas como el agua corriente, la luz o el teléfono. Se sumergió con sumo cuidado en la bañera, contó hasta veinticinco y se salio inmediatamente, no quería que Alicia le encontrara dentro de la bañera desnudo. Mientras tanto el matrimonio estaba dejando sus cosas en su habitación…
- ¿No te parece un niño muy guapo? Tiene carita de niña, no se… hay algo en él que no alcanzo a entender…- comentaba Alicia.
- No te preocupes mujer ¡vamos a cenar! Veremos que nos dice… ¡si nos podemos entender, claro!
Alicia fue en su busca, llamó a la puerta del baño con los nudillos, pero esta se abrió, no había cerrado el pestillo, así que desde el quicio de la puerta le dijo que la cena estaba ya en la mesa; se sentía muy preocupada por el chico. Omar estaba sentado en una banqueta.
-Estoy pensando que te dejare algo de ropa de mi hijo que le está pequeña, así podrás ponerte un muda limpia, no veo que lleves ninguna bolsa con ropa…¿te parece bien?- le fue diciendo mientras entraba en el baño e iba viendo la tristeza reflejada en su rostro. La mujer intentó ganarse su confianza, quería transmitirle tranquilidad, pero la verdad es que no sabía que hacer ni como actuar, ni siquiera sabía si le entendía. Como pudo le preguntó por sus padres, y le respondió como supo que habían muerto.
- Yo… no… papás muertos, hermanos pequeños Marruecos… yo aquí trabajar.
Para Alicia aquello no era nuevo, ella era asistente social en el ayuntamiento de su pueblo y conocía muchos casos, pero había algo más que la inquietaba.
-Te quedaras a dormir esta noche, mañana ya veremos…
Pero el muchacho seguía negándose.- Yo no molestar…no, no.- negaba con la cabeza, mientras le resbalaban unas lágrimas por su tez morena que intentaba disimular.
Alicia se dirigió a la puerta y la cerró, se acercó al muchacho con una amable sonrisa y le rodeo con su brazo por encima de los hombros y le cogió suavemente la barbilla levantándole un poco la cara.
-¿Omar? – le dijo mirándole a la cara a la vez que instintivamente su mano agarro la visera de la gorra con la intención de quitársela, pero éste se apartó negando con la cabeza.- Tranquilo.- le dijo Alicia haciendo un gesto con las manos.
-Amira… yo… Amira.- acertó a decir mientras bajaba la cara, se quitaba la gorra y dejaba al descubierto su largo pelo, sentía mucha vergüenza ya que en su país no estaba bien visto que se viera el cabello de la mujer. Alicia se sentó de golpe.
-¡Pero si eres una niña! ¡Dios! – dijo mientras hacia ademán de abrazarla.
- No, no decir… yo trabajar, mujer no trabajo… yo no molestar
-¡Pero!… ¿tu? ¿Mujer? ¡Si eres una niña…! bueno… vamos a calmarnos, tú tranquila.- le fue diciendo mientras le acariciaba el pelo.- No diré nada, tranquila, nadie te va hacer daño. Vamos a cenar debes de estar muerta de hambre ¡dios!
-mira…- le dijo gestualmente y mirándola a los ojos- Paloma dormirá con nosotros y tu en su habitación, así estarás más tranquila, nadie te va hacer daño. Cenamos y a descansar, mañana ya veremos…
Salieron las dos del baño, Alicia llevaba aún, reflejado en el rostro la sorpresa de lo que había descubierto. Cuando llegaron a la cocina los ojos del matrimonio se cruzaron, Luis conocía muy bien a su mujer y sabia que algo pasaba, ella le tranquilizó.
-Después hablamos.- le dijo en voz baja.
- ¿No debería quitarse la gorra para sentarse a la mesa?
- Es igual déjalo, venga que se enfría… -quiso cambiar de conversación.
Cuando terminaron de cenar, Alicia lo acompañó a la habitación de su hija y se quedo un rato, hasta que vio que se había dormido. Le daba lastima dejarle, aún no se le había quitado el miedo de los ojos.
Alicia entró en la habitación del matrimonio.
- ¿Qué ocurre? Le preguntó su marido
- Siéntate, tenemos que hablar.- le dijo con el semblante preocupado.
Luis era abogado. Su mujer le contó lo ocurrido en el baño, estaba preocupada, ¿Qué debían hacer? Si Amira era menor y avisaban a la policía, lo primero era que la ingresarían en un centro de menores. No sabían exactamente la edad de la muchacha, pero estaba claro que era menor. Podían acogerla temporalmente…, era una posibilidad, hasta que encontrasen una solución.
Lo que tenían claro es que no la debían dejar marchar, podía ocurrirle cualquier cosa, su deber era ayudarle; era una niña en sola y perdida en un país desconocido, tampoco conocía el idioma, ni las costumbres, podría verse envuelta en muchos peligros.

Amira despertó de golpe, sudorosa y agitada, otra vez aquel horrible sueño. Miró a su alrededor y se tranquilizó al ver que estaba muy lejos de su casa, le horrorizaba lo que le pudiese pasar, pero el temor a casarse con aquel familiar que su padre había convenido era mas fuerte que el miedo ante lo que estaba por venir, ella seguía pensando que no podía se peor.
Como dijo un filosofo:”La vida no se trata de cómo sobrevivir a una tormenta, sino de cómo bailar bajo la lluvia”
Se acurrucó bajo las limpias sábanas y se quedó muy quieta; solo oía su propia respiración. Pensó que lo mejor que podría hacer era irse al salir el sol, sin decir nada, aquella gente se había portado muy bien con ella, pero podían dar parte a la policía y eso seria el fin para ella y la deportarían a su país; y eso no podía ocurrir, la afrenta de su padre para con su primo, al no cumplir la promesa hecha cuando la niña tenia doce años de casarla con el, era algo que podía pagar muy caro, demasiado caro, si regresaba. Su padre nunca le perdonaría, y todo el camino andado no le serviría de nada. Pasó casi toda la noche en vela, al despertarse sobresaltada, no quería dormirse y volver a revivir sus pesadillas.
Amanecía y los rayos de sol asomaban por la ventana, era hora de ponerse en marchantes de que la familia despertase, era sábado y no madrugaban, pero tampoco Alicia había podido dormir, preocupada por Amira.
Se levantó y miró a su marido, seguía durmiendo. Bajo a la cocina y preparó café, mientras tanto fue a la habitación donde dormid Amira y se la encontró levantada y vestida, sentada en el borde de la cama; le llevaba un vaso de leche caliente, se sentó a su lado y la rodeo con su brazo, en un gesto cariñoso.
-Toma, te he traído un vaso de leche, supongo que te gusta…
Amira lo cogió y se lo bebió sin decir nada. Como pudo Alicia intentó que le contase todo lo ocurrido y poco a poco al abrigo del amanecer le fue contando el porque de su escapada y su historia. Alicia no podía dar crédito a lo que escuchaba; alrededor de mil kilómetros distanciaban un hogar del otro y sin embargo parecía que Amira había salido de dos siglos atrás, sin poder remediarlo la abrazó, intentando darle el cariño que una niña de quince años necesitaba.
Le prometió que la ayudaría en todo lo que pudiesen, era muy niña y no podía ir sola por ahí, y tampoco encontraría trabajo sin papeles y sin la edad correspondiente. Amira confió en aquella mujer que le había recogido, era fin de semana y tenían dos días para buscar la mejor solución.
-Será mejor que no te pongas la gorra, es hora de que vuelvas a ser tu, ¡vamos! Mi marido y mis hijos te esperan, están contentos de que estés con nosotros, ya verás como todo sale bien, no te preocupes, nosotros cuidaremos de ti.
La cogió de la mano y la condujo al piso de abajo donde todos estaban desayunando.
Era hora de empezar el nuevo día lejos de lo que el destino le deparaba en su país.
Solo tenía una vida en la maleta.

FIN

Pepa Navarro Rodrigo
Enero-2011

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